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El verdadero coste de la energía nuclear en Francia

No sólo la energía nuclear francesa no es tan segura como se ha dicho repetidas veces, también está lejos de ser rentable, dice Susie Greaves

Por Susie Greaves, 23 de enero de 2011


 El programa nuclear francés ha sido considerado por los sucesivos Gobiernos franceses como un logro enorme, proveyendo al país de un suministro abundante de energía, asegurando la independencia con respecto al petróleo y evitando excesivas emisiones de dióxido de carbono. En el anterior artículo, traté de demostrar que la energía nuclear francesa no es tan segura como dicen sus defensores y como tratamos de hacer creer al resto (1) (French Nuclear Power Not Safe, SiS 53). Surge la duda de si es barata, como aseguró el Ministro de Asuntos Exteriores francés Bernard Kouchner en 2008: una fuente limpia y barata de energía (2).

¿Es rentable la energía producida por las centrales nucleares? Para contestar a esta pregunta tenemos que entender primero la ventaja competitiva de esta Industria frente a otras formas de producción de energía, comparándola con la Industria Nuclear de otros países [3] (The Nuclear Black Hole, SiS 40 and  [4] The Real Cost of Nuclear Power, SiS 47).

Los datos

La Industria Nuclear francesa ha obtenido un gran beneficio económico de la instrucción específica del Gobierno para que trabajase conjuntamente con el programa de armas nucleares. El informe de 1973 del CEA (Comisariado de la Energía Atómica) lo explica (5): “El CEA debe, dentro del marco de un presupuesto rígido y estrictamente limitado a sus posibilidades de expansión, adaptarse a la producción de material nuclear militar de acuerdo con las necesidades, aprovechando los progresos técnicos y los programas civiles ( que se han beneficiado de los programas militares) a fin de limitar los gastos”. 

En segundo lugar, Francia ha evitado los procesos democráticos y las consultas públicas en sus decisiones, que han sido tomadas por una elite que se mueve entre la Industria y los órganos reguladores, informando a los Ministros responsables del área de energía de las necesidades de esta Industria, más bien que de las necesidades de desarrollo. Por ejemplo, la decisión de construir el EPR (Reactor Presurizado Europeo) en Flamanville se tomó en el año 2006, sin debate Parlamentario. Greenpeace se refirió a los parlamentarios franceses como “elegidos para nada” (5).

En tercer lugar, los proyectos de energía nuclear en Francia reciben préstamos estatales a muy bajo interés, y sin ellos no se construirían nuevas centrales nucleares. El Banco Mundial ya no financia proyectos nucleares desde hace varias décadas, y el Banco de Desarrollo Asiático ( muchos de los proyectos de nuevas centrales nucleares en Asia) nunca lo ha hecho. En Estados Unidos no ha habido ningún proyecto nuclear desde los años 1970. La Administración Obama ha apoyado de forma incondicional a esta Industria, pero después de un debate infructuoso sobre el tipo de reactor que se debía construir, y sobre quiénes debían recaer los costes, nada se ha decidido. Como Amory Lovins, un experto en energía del Instituto Rocky Montain expuso (6): “Las únicos en el mundo que compran centrales nucleares son los planificadores centrales, ya sean Gobiernos como el de China o Japón, o la TVA (Autoridad de Tennessee Valley ), siendo un servicio público que no rinde “.

Finalmente, la falta de competencia ( EDF fue de propiedad estatal hasta 2005) permitió que Francia desarrollase una gran cantidad de centrales nucleares con un enorme potencial de generación de energía. Aún así se tienen dudas sobre el verdadero coste y la eficacia de la Industria Nuclear francesa.

¿Quién necesita tanta electricidad? 

Después de la crisis del petróleo de 1973, Francia pretendió independizarse de las naciones productoras de petróleo, y se construyeron una gran cantidad de nuevas centrales nucleares. El plan Messmer (7) de los años 1970 propuso la construcción de 60 nuevos reactores en un plazo de 10 años, asumiendo un aumento de la demanda de 170 millones de Kwh en 1974 a 1000 millones de Kwh en el año 2000. Tal y como se comprobó después, solamente se necesitaron 470 millones de de Kwh. Parecía haberse aceptado en el mundo industrializado que el consumo de energía se doblaría cada 10 años, pero la relación entre desarrollo económico y consumo de energía había cambiado. En lugar de adaptarse a la nueva situación, se animó tanto en Francia como en otras partes de Europa al consumo de electricidad, para asumir la sobrecapacidad de producción. Schneider dijo (5): “Fue un golpe de gracia para cualquier iniciativa inteligente de producir energía basada en la eficacia y la conservación”. 

La Industria Nuclear francesa concibió dos maneras de deshacerse del exceso: persuadir a los franceses de que usasen más electricidad en sus casas y exportar energía a otros países. Estas dos políticas eran la respuesta a un sistema fundamentalmente defectuoso y un examen más detallado revela su verdadero coste.

Durante varias décadas, la presión del Gobierno francés hizo que el 70% de las nuevas viviendas usasen electricidad para la calefacción y el agua caliente. Fueron buenas noticias para la industria de la construcción, ya que los sistemas que se usan para este tipo de instalaciones son menos caros que otros, pero esto trajo para el consumidor unos altos consumos de electricidad. Esta política fue descrita en 2008 por el Subsecretario de Estado de Ecología Nathalie Kosciusko-Morizet como un error (8) y una aberración desde el punto de vista termodinámico. Las tres cuartas partes de la electricidad de transforma de nuevo en calor que se pierde, al mismo tiempo que se pierde en el transporte antes de que la electricidad se transforme de nuevo en calor en las viviendas. (La transformación de una fuente de energía primaria en electricidad tiene poco sentido económico, sobre todo si se puede usar aquella fuente de energía (P. ej., gas o petróleo) directamente para calentarse o cocinar. En este sentido es interesante ver la excelente película de Greenpeace titulada “What are we waiting for?”[9], que explica por qué el Reino Unido debiera seguir el ejemplo de Dinamarca y construir pequeñas centrales combinadas de energía para dar servicio a una ciudad o lugar. En el Reino Unido, las centrales térmicas, que son las que proveen de la mayor parte de la energía, apenas han cambiado en 50 años y pierden dos tercios de la energía producida en calor residual que se desperdicia en ríos o en el aire. Las nuevas centrales CHP (Combined Heat and Power/ Centrales térmicas de ciclo combinado) son un 95% más eficientes. Greenpeace sostiene que podríamos solucionar muchos problemas de energía con estas tecnologías). La ironía está en que, habiendo persuadido a un cuarto de los franceses de que calentasen sus casas con electricidad, la parte de cada Kwh consumido sólo corresponde en un 10% a la obtenida por la energía nuclear (5). El resto procede en gran parte de los combustibles fósiles. ¡Tanto hablar de la disminución de las emisiones de carbono a la atmósfera con el uso de la energía nuclear! Schneider resume la situación con una claridad devastadora (5): “La constante invitación al consumo de electricidad en forma de calor (calefacción, agua caliente, para cocinar) ha producido que las viviendas francesas tengan el consumo más alto de Europa desde 1976. Hoy, el consumo per cápita de electricidad en Francia es aproximadamente un 25% más alto que en Italia (que se deshizo progresivamente de la energía nuclear después del accidente de Chernobyl en 1986) y un 15% más alto que el promedio de la Europa de los 27”. 

La exportación de energía ha sido igualmente desastrosa económicamente. Francia exporta cuando la demanda, y por lo tanto los precios, son bajos, mientras que la reduce en las horas punta, cuando los precios son más altos. En los años 1980, Francewas ganaba más de las exportaciones de lo que pagaba por la importaciones, pero esta tendencia ha cambiado. En 2007, la capacidad diaria de exportación era de 14 Gigawatios hora, mientras que las importaciones fueron de 12 Gigawatios hora. Según un informe de 2002, los ingresos oficiales de las exportaciones entre 1995 y 2001 no cubrieron los gastos de generación. Las pérdidas anuales variaron entre 800 millones de euros y un máximo de 6000 millones de euros (10). La situación durante los períodos de máxima demanda se hizo extrema en 2006, viéndose Francia en la situación extrema de tener la necesidad de rehabilitar viejas centrales eléctricas de fuel-oil para generar electricidad durante los períodos de máximo consumo (5).

Los franceses desean tanto el petróleo como el que más

La jactancia francesa sobre su independencia con respecto al petróleo se cae por su propio peso si observamos los siguientes datos. En 2007, después de 3 décadas de empleo de la energía nuclear, el 73% de la energía producida en Francia procede de los combustibles fósiles, de los cuáles el 48% lo representa el petróleo, proporcionando solamente la energía nuclear un 16%. Las razones: el transporte, y en particular el uso del automóvil. Schneider dijo (5): “Es una clara lección histórica. Si la independencia de las importaciones de petróleo hubiese sido la razón que impulsó la política energía de Francia, ésta se habría concentrado en el sector del transporte desde hace tiempo.”

La escasez de combustible afecta a Francia

Miremos más estrechamente lo que supone el enorme consumo eléctrico para el consumidor francés. Si utilizamos los Estándares de Poder adquisitivo (antes que usar una comparación directa de costos) pone a Francia en el tercer lugar de la Unión Europea en cuanto a electricidad más barata (0,1211 por Kwh (céntimos de euro)) (2). Pero un precio más bajo de la electricidad no se traduce necesariamente en unas facturas más baratas. La cuarta parte de los hogares franceses que utilizan la electricidad para calentar sus casas, el agua o para cocinar, no están de acuerdo en que sus facturas sean bajas.

Como siempre, son las familias más modestas los que más sufren las consecuencias, pagando una mayor proporción de sus ingresos para el gasto energético. Según ADEME (Agencia para el Desarrollo y control de la energía) tres millones de viviendas pasan frío en invierno y se considera que es por la falta de combustible (11). La mayor parte de estas viviendas reciben ayuda del Gobierno en forma de facturas más reducidas, pero cada año aumenta el número de peticiones aumenta en un 15%. El gasto público para ayudar a tales proyectos supone de unos 150 a 200 millones de euros al año (12). Otros países de Europa tienen niveles similares par acceder al consumo de combustible, pero dado que los sucesivos Gobiernos de Francia han estimulado el malgasto de combustible, a fin de apoyar a la energía nuclear, esta situación es escandalosa.

Algunos hechos

Conocer las cifras que el Gobierno francés ha gastado para producir energía nuclear durante las últimas décadas es muy difícil. Pero hay algunas pistas. Las tres cuartas partes de los fondos de la investigación pública entre 1985 y 2001 fueron para la Industria Nuclear. La situación ha mejorado recientemente, de modo que si en 1997 la investigación en ahorro y eficacia energética, así como en las energías renovables, sólo suponía un 1% de los fondos de investigación, en 2008 ya se destinaba el 7% en ahorro y eficacia y un 5% en las energías renovables (2).

Para algunas cifras más concretas, podríamos examinar tres proyectos nucleares: a partir de 1980, el malogrado Proyecto Super Phénix, y los dos proyectos insignia de la Industria Nuclear francesa que están actualmente en construcción, uno en Finlandia y otro en la propia Francia.

El reactor rápido Super Phénix se construyó en 1986 en Creys Malville y sólo estuvo funcionando durante 174 días (13). Se cerró en 1998 debido a la fuerte oposición pública ( y la muerte de un manifestante) y con dudas sobre su viabilidad, incluso en el seno de la EDF. En 1986, en el Tribunal de Auditores, Jacques Chauvin, presidente de NERSA, el consorcio que poseía la planta (EDF tenía un 51%) declaró que el total de inversión y costes operativos, teniendo en cuenta todos los futuros gastos, Super Phénix habría costado a los franceses 65 billones de francos (11,7 mil millones de euros) (14).

El Proyecto de Olkilouto-3 en Finlandia supone la construcción de un EPR por una empresa franco-alemana conocida como AREVA NP. La parte alemana está en posesión de la empresa Siemens, que anunció que se salían de todos los futuros proyectos nucleares por motivos económicos (15). La financiación viene en parte del Landesbank bávaro, donde se localiza la oficina central de Siemens. Han prestado 1,95 mil millones de euros, que es el 60% de la inversión, con una tasa preferencial de interés del 2%. La Agencia de crédito de exportación pública de Francia, COFACE, ha prestado 570 millones de euros (16). La construcción comenzó en 2005 y el proyecto ha tenido problemas desde entonces. Las autoridades finlandesas han acusado a AREVA de realizar una inadecuada planificación, de emplear a contratistas que carecen de la necesaria experiencia en el campo nuclear, y de cambios en el personal, lo que lleva a confusión y a una falta de responsabilidad total (17). El inspector de seguridad finlandés ha detenido la construcción entre 10 y 15 veces, localizando 300 errores (18). El proyecto lleva un retraso de 5 años y se han destinado al menos 3 mil millones de euros como presupuesto.

La construcción del EPR en Flamanville se detuvo por primera vez (en 2007) cuando los inspectores del ASN detectaron que las especificaciones técnicas y los procedimientos no habían sido respetados, incluso en la mezcla de hormigón (19). Como en Olkilouto-3, se han producido muchas manifestaciones de preocupación en cuanto a la seguridad y en 2011, el presidente del ASN (Autoridad de Seguridad Nuclear), Andre-Claude Lacoste dijo: “No se excluyen dudas en cuanto a la construcción del reactor nuclear de Flamanville y el ASN también las expresa sobre la construcción de un segundo reactor EPR en Penly. Se espera que Flamanville produzca electricidad en 2016, cuatro años después de lo planeado y con un presupuesto de 2,7 mil millones de euros (20). 

 Desmantelamiento: una sangría de recursos durante siglos

La Industria Nuclear francesa no muestra diferencia con el resto de la Industria Nuclear del mundo en su enfoque de esconder la cabeza como el avestruz en cuanto a los problemas de desmantelamiento de las centrales nucleares. Pero en 2006, se tuvo que dar una explicación ante una comisión formada por representantes del Gobierno y expertos independientes. Los gastos de desmantelamiento se estimaron en unos 65 mil millones de euros para los tres principales operadores franceses. Sin embargo, aún siendo estas cifras colosales, han sido calculadas de una forma que genera incertidumbre, siendo necesaria una estimación más acertada.

Por ejemplo, mientras la Industria cree que todos los residuos de larga y media duración deberían ser reprocesados, mantienen que la es la opción más barata es la del almacenamiento subterráneo, punto de vista que se contradice con otros estudios nacionales e internacionales. La estimaciones para la gestión del combustible gastado (sólo una parte del proceso de desmantelamiento) varían en un factor de 4, entre los 13,5 mil millones y los 58 mil millones de euros. Un segundo problema ilustra claramente lo que ocurre cuando la industria que ha prosperado en base al secretismo y la propaganda finalmente necesita de fondos públicos. La búsqueda de lugares en los que almacenar los residuos nucleares se viene haciendo desde hace 30 años y en la década de 1990 el Gobierno aún tenía esperanzas de encontrar lugares que se ofreciesen de forma voluntaria. Pero se encontraron con una fuerte oposición por todas partes y en la legislación de 2006 se constató que esta búsqueda había sido infructuosa. Se seleccionó un sitio al este de Francia, Bure, pero a pesar de los 9 millones de euros investidos en escuelas y carreteras para endulzar la píldora, hay un fuerte movimiento de oposición que exige una moratoria sobre el almacenamiento subterráneo de los residuos nucleares (21).

Seguridad contra un accidente

Antes de 2004, EDF tenía el límite de responsabilidad más bajo de Europa para gastos en caso de accidente nuclear. Se sospechó que la Industria nuclear francesa subestimaba los verdaderos costes. En 2004, se aprobaron enmiendas en la Convención de Bruselas y París, y la prima por responsabilidad para los operadores se elevó de 5 a 700 millones de euros, con el Estado contribuyendo con 500 millones de euros y las partes contratantes ofrecieron 300 millones adicionales (22). Pero esta cifra, 1,5 mil millones de euros en total, es totalmente inadecuada (23): “El coste económico directo de la catástrofe de Bielorrusia, Ucrania y Rusia, hace más de 20 años, superó los 500 mil millones de dólares, que en términos de coste en la Unión Europea supondrían unos 2000 millones de euros, tanto o más que el coste de la infraestructura nuclear mundial”. 

Una visión más amplia

La Industria Nuclear francesa parece proporcionar la electricidad más barata, pero eso sólo si lo observamos bajo un prima muy estrecho, es decir el precio por Kwh que paga el consumidor. Hemos visto que esto no se traduce en facturas de la luz más baratas para el consumidor. Sin embargo, las verdaderas implicaciones del coste están en otra parte. La Industria nuclear se desarrolló sin un control democrático. Habiendo estado bajo el escrutinio público, muchas cosas habrían salido a la luz a su tiempo y no medio siglo más tarde. La sobrecapacidad de la Industria nuclear francesa (24) llevó a soluciones ad hoc que no tienen ningún sentido económico. Las centrales nucleares tienen que funcionar a plena potencia para ser rentables – Francia es el único país del mundo que cierra reactores los fines de semana. La exportación de electricidad nunca debiera de haber formado parte del plan original. La utilización de electricidad para la calefacción y el agua caliente es un absurdo en términos energéticos y es reconocido ahora por los propios Ministros del Gobierno. La cuestión del desmantelamiento es un importante problema ambiental, cuyos gastos tendrán que ser planeados con un presupuesto a lo largo de siglos, aunque cerrasen todas las centrales nucleares mañana mismo. Y finalmente, de suceder un accidente, los gastos quedarían empequeñecidos con todo lo mencionado hasta ahora, como ha ocurrido con las áreas contaminadas por la central nuclear de Chernobyl.

Los Gobiernos que planean construir nuevos reactores señalan a Francia como un ejemplo tanto de seguridad como de rentabilidad. Cuando lo observamos más estrechamente, el cuadro es totalmente diferente. No hay nada de la experiencia francesa que nos anime a confiar en la energía nuclear.

La autora vive en Francia y es miembro de Independent WHO, Sortir du Nucleaire y CRIIRAD. Ha traducido el libro de Wladimir Tchertkoff “El delito de Chernobyl; el gulag nuclear”, publicado por Actes Sud en 2006. 

http://www.i-sis.org.uk/The_True_Costs_of_French_Nuclear_Power.php

La Ciencia al servicio del poder: la Industria nuclear después de Chernobyl y Fukushima (I)

Por Gayle Greene, 20 de enero de 2012

Asia Pacific Journal


Una de las maravillas que no deja de sorprendernos es la capacidad de la Industria Nuclear para renacer de sus ruinas a finales del siglo pasado, después de derrumbarse bajo su ineficiencia, sus costes y los grandes accidentes. El de Chernobyl liberó varios cientos de veces la radiactividad de las bombas lanzadas en Hiroshima y Nagasaki juntas, contaminando más del 40% de Europa y de todo el hemisferio norte (1). Pero llegó el lobby nuclear para dar nueva vida a esta Industria, limpiando la cara de esta fuente de energía que ha contaminado medio planeta. La “nueva mirada hacia lo nuclear” – en palabras aparecidas en un artículo de The New Tork Times el 13 de mayo de 2006 (2)-, allanó el camino hacia un renacimiento nuclear, que tampoco el accidente de Fukushima ha acabado con él.

 
Los medios de comunicación son poderosos defensores de la energía nuclear, lo cual no es ninguna sorpresa. “Los medios llevan a cabo una campaña especializada de promoción, intensiva y eficaz por parte de la Industria Nuclear, desinformando…y extendiendo creencias incluso entre gente por otra parte bastante sensata”, así lo afirma el Informe Mundial de la Energía Nuclear del Worldwatch Institute (3). Lo que es menos conocido es la naturaleza de las pruebas que presenta la Industria Nuclear, una Guerra Fría de la Ciencia, sobre el riesgo de recibir radiación a dosis bajas, lo que está siendo utilizado para mantener en silencio lo que está ocurriendo en Fukushima y levantando un muro sobre las pruebas que justifican el poner fin a esta Industria.

A continuación algunas de las joyas aparecidas en algunos medios de comunicación:
  • Las cantidades ínfimas de radiación producida por la nube radiactiva que se extiende por Estados no supone ningún peligro para la salud, según aseguraba el Departamento de Energía ( William Broad, “La radiación en Estados Unidos es inofensiva, según las autoridades”, New York Times, 22 de marzo de 2011).

  • El riesgo de padecer cáncer es muy bajo, inferior a lo que la gente piensa”, explica Evan Douple, director de la Fundación de Investigación de los Efectos de la Radiación (RERF), que ha estudiado a los sobrevivientes de la bomba atómica y consideró que “a dosis muy bajas, el riesgo es muy bajo” (Denise Grady, “La radiación está en todas partes, pero ¿cómo evaluar el daño?” New York Times, 5 de abril de 2011).

  • En un programa de la NPR (National Public Radio) emitido pocos días después del accidente de Fukushima Daiichi, se citaba al mismo Evan Douple, diciendo que los niveles de radiación alrededor de la planta “ eran tranquilizadores. A estos niveles no creo que ningún estudio fuese capaz de encontrar efectos sobre la salud, incluso en el futuro”. (Primeros datos sobre radiación y temores sobre efectos en la salud”, Richard Knox y Andrew Prince, 18 de marzo de 2011). El programa de la NPR, como decía Grady, subrayaba que la Fundación de Investigación de los Efectos de la Radiación (RERF) tiene seis décadas de experiencia, por lo que algo sabrá sobre el tema.

  • El periodista británico George Monbiot, un ecologista que se volvió defensor de la Energía Nuclear, se refiere a los datos de la RERF como de “consenso científico”, citando de nuevo que las bajas dosis de radiación tienen un bajo riesgo de producir cáncer. (4)

    Todo el mundo sabe que la radiación a altas dosis es perjudicial, pero los estudios realizados sobre Hiroshima nos deben tranquilizar, ya que el riesgo disminuye a medida que disminuye la dosis, hasta volverse insignificante. Esta es una creencia que necesita extender la Industria Nuclear, porque los reactores nucleares liberan radiación no sólo cuando se produce un accidente, sino que es la rutina diaria durante las operaciones y el tratamiento de los residuos nucleares. Si las bajas dosis de radiación no son despreciables, los trabajadores de la esta Industria no están exentos de riesgo, al igual que las personas que viven en las cercanías de los reactores nucleares – y la vida misma de este planeta. Los residuos producidos por los reactores no se diluye y dispersa, no desaparece, como los defensores de la Industria Nuclear nos quieren hacer creer, sino que son arrastrados por el viento, por las mareas, se filtra en el subsuelo y contamina las aguas subterráneas, se abre paso en la cadena alimentaria y llega hasta nosotros, sumándose a los múltiples factores que producen cáncer y defectos de nacimiento. Su legado es más duradero en el tiempo que cualquier civilización que haya existido, por ejemplo el plutonio, que con una vida media de 24.000 años nos viene a decir que es para siempre.
¿Qué es lo que investiga esta Fundación sobre los efectos de la radiación y qué es lo que tiene que decir la Ciencia sobre “estas afirmaciones tranquilizadoras”?
***
La Atomic Bomb Casualty Commission (ABCC), como fue denominada en un principio, comenzó sus estudios de los sobrevivientes cinco años después del lanzamiento de las bombas atómicas (Su nombre fue cambiado por el de Fundación de Investigación de los Efectos de la Radiación (RERF) a mediados de los años 70…). Japón ha sido bombardeada dos veces con armas nucleares, primero como enemiga de los Aliados y en 2011 al sufrir un accidente nuclear con los reactores de General Electric enviados desde Estados Unidos, siendo por tanto la población más estudiada sobre los efectos de la radiación, ya que los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki irradió a un número elevado de personas. “Pero los norteamericanos son maravillosos”, se dice que exclamó el experto en radiación Tsuzuki Maso, de Japón, que lamentó el tener únicamente conejos para seguir trabajando: “Habría hecho falta realizar los experimentos en humanos“ (5)

La ABCC estudió, pero no trató los efectos de la radiación, y muchos de los sobrevivientes no estuvieron dispuestos a identificarse, ya que estos no deseaban exponer sus problemas de salud a investigadores estadounidenses, expuestos a la estigma social y a numerosos trámites burocráticos. Pero a pesar de eso, muchos vinieron voluntariamente y se realizó un gran estudio, el estudio más amplio realizado sobre los efectos en la salud de la radiación nuclear. Ningún otro estudio médico ha podido disponer de tantos recursos, de equipos científicos y otros equipos de tecnología avanzada, financiados por la Comisión de la Energía Atómica (Consejo de Energía Nuclear). Ya que se trata del estudio epidemiológico más amplio, mayor será su fiabilidadad estadística, lo que propició que se considerasen estos datos como el patrón oro del riesgo de la radiación.

 

Examen de la ABCC de las víctimas de Hiroshima

Los médicos japoneses y los científicos que observaron las escenas contaron historias de horror de personas que pareciendo ilesos de repente comenzaban a sangrar por los oídos, la nariz y la garganta, se les caía el pelo a puñados, les aparecieron puntos azulados en la piel, se les contrajeron los músculos, dejando los miembros deformados. Cuando trataron de publicar sus observaciones, se les ordenó primero pasar estos informes a las autoridades estadounidenses. A los largo de los años de ocupación (1945-1952), las observaciones de los médicos japoneses fueron censuradas sobre los asuntos nucleares. A finales de 1945, los cirujanos del ejército estadounidense publicaron una declaración en la que se decía que todas las personas que se esperaba iban a morir por los efectos de la radiación producida por la bomba ya habían muerto y que ningún efecto adicional debido a la radiación se esperaba con posterioridad (6). Cuando la radio de Tokio anunció que hasta la gente que entró con posterioridad a las ciudades después de los bombardeos, moría por causas misteriosas y se desacreditaron armas tan ilegales e inhumanas, rechazando estas acusaciones los norteamericanos como propaganda japonesa (7).

La cuestión del envenenamiento por radiación era algo particularmente sensible, ya que implicaba la utilización de armas prohibidas, como los gases tóxicos. La Bomba Atómica no es un “arma inhumana”, declaró el general Leslie Groves que había dirigido el programa Manhattan (8). Los primeros científicos occidentales a los que se les permitió la entrada en las dos ciudades devastadas lo hicieron con escolta militar. El periodista australiano Wilfred Burchett, que logró entrar en Hiroshima, publicó un artículo en un periódico británico, describiendo que la gente moría “misteriosamente y de manera horrible por algo desconocido, que sólo podía describir como la plaga atómica… muriendo a razón de 100 personas diariamente”. El general MacArthur le ordenó abandonar Japón y la película que había rodado desapareció misteriosamente (9).

No hay radiactividad en las ruinas de Hiroshima” proclamaba u titular del New York Times el 13 de septiembre de 1945”.


Otro titular decía: “Una nueva revisión excluye peligros en Nagasaki”, o este otro: “La radiactividad después de la bomba atómica es sólo 1000 veces superior a la registrada en la esfera de un reloj luminoso”, el 7 de octubre de 1945 (10). Existen poderosos incentivos políticos para minimizar el riesgo de radiación. El fiscal del Ministerio de Asuntos Exteriores, William H. Taft, afirmó: “Se obtiene una impresión equivocada de que un bajo nivel de radiación es peligroso.. afectando al personal de Ministerio de Defensa que trabaja en armas nucleares y programas de propulsión nucleares… afectando a la industria nuclear civil… y podría levantar dudas en cuanto al uso de sustancias radiactivas en el diagnóstico y tratamiento médico” (11). Un folleto publicado por la Comisión de Energía Atómica en 1953 insistía en que “la exposición a bajos niveles de radiación puede recibirse indefinidamente en el tiempo sin que se detecte ningún cambio corporal detectable” (12). El Consejo de Europa de Energía Nuclear pagaba los sueldos de los científicos de la ABCC y los supervisaba “de forma estrecha y algunos consideraron que demasiado estrechamente”, según escribe Susan Lindee en Suffering Made Real (El sufrimiento se hace verdadero), que documenta las presiones políticas que sufrió la ciencia de la Energía Atómica (13). (Otras fuentes son: Roff’s Hotspots, de Sue Rabbit; The Atomic Bomb Suppressed, de Monica Braw; Hiroshima in America, de Robert Lifton y Greg Mitchell).

El New York Times se unió al Gobierno en la censura de la información sobre los efectos de la radiación en los sobrevivientes y minimizó u omitió este tema en sus artículos, como Beverly Ann Deepe Keever demuestra en The New York Times y la bomba (14). Keever, un veterano periodista, escribió que “desde el nacimiento de la época de la bomba atómica,… Times ayudó a extender las informaciones para que fuese aceptada la fuerza más destructiva jamás creada”, ayudando al “encubrimiento de esta guerra fría”, suavizando las informaciones y negando efectos sobre la salud y las consecuencias ambientales de la bomba atómica.

Los científicos de la Atomic Bomb Casualty Commission calcularon que hacia 1950, cuando la comisión comenzó sus investigaciones, el índice de mortalidad de todas las causas, excepto el cáncer, habían vuelto a la normalidad, y las muertes por cáncer eran demasiado pocas como para causar alarma (15)

http://www.japanfocus.org/-Gayle-Greene/3672