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Investigaciones del profesor Andrés Carrasco que muestran relación entre el Roundup y los defectos congénitos



Andrés Carrasco.- Científico argentino que es autor de un reciente informe titulado “Soja transgénica: ¿sostenible?¿responsable?”. Su investigación publicada en agosto de 2010 encontró que el glifosato causaba malformaciones en las ranas y embriones de pollo en dosis muy por debajo de las utilizadas en la práctica agrícola. Carrasco es director del Laboratorio de Embriología Molecular de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires e Investigador del Consejo Nacional de Investigación Técnica (CONICET), Argentina. En su trabajo de Investigación, publicado en la revista científica Chemical Research in Toxicology, Carrasco extrapola directamente estos resultados a los seres humanos, vinculando el uso de Roundup en los cultivos de soja transgénica RR.

http://www.conadu.org.ar/pdf/Andrés%20Carrasco.pdf
http://uneamfagro.org/phocadownload/taller-glifosato_docs/anexo%201%20martinez.pdf

“Lo que sucede en Argentina es casi un experimento masivo”

Hace dos semanas denunció en Página/12 los efectos devastadores del compuesto herbicida sobre los embriones humanos. Esperaba una reacción, “pero no tan violenta”: fue amenazado, le armaron una campaña de desprestigio y hasta afirmaron que sus investigaciones no existían. Carrasco contesta y renueva sus cargos contra las multinacionales químicas.

Por Darío Aranda
http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-124288-2009-05-03.html

Amenazas anónimas, campaña de desprestigio mediáticas y presiones políticas fueron algunas de las consecuencias de un doble pecado, investigar los efectos sanitarios del modelo agropecuario y, más grave aún, animarse a difundirlos. En el segundo piso de la Facultad de Medicina de la UBA trabaja Andrés Carrasco, profesor de embriología, investigador principal del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) y director del Laboratorio de Embriología Molecular. Con treinta años de trabajo científico y académico, confirmó hace veinte días el efecto letal del glifosato en embriones, cuya marca comercial más famosa es Roundup, de la multinacional Monsanto. Sabía que vendría una réplica del sector, pero no esperaba que fuera de un calibre tan alto. “No descubrí nada nuevo. Sólo confirmé lo que otros científicos descubrieron”, explica, en su oficina pequeña y luminosa. Pasaron dos semanas complejas, con una campaña de desprestigio que aún no termina. Prefirió el silencio y avanzar en nuevas pruebas. Hasta que pusieron en duda la existencia de su investigación. “Creen que pueden ensuciar fácilmente treinta años de carrera. Son hipócritas, cipayos de las corporaciones, pero tienen miedo. Saben que no pueden tapar el sol con la mano. Hay pruebas científicas y, sobre todo, hay centenares de pueblos que son la prueba viva de la emergencia sanitaria.”


Veinte días atrás, cuando este diario difundió su investigación, ninguna empresa ni medio del sector retomó el tema. Pero tres días después se conoció otro hecho, inesperado: la Asociación de Abogados Ambientalistas presentó un amparo ante la Corte Suprema de Justicia, por el cual solicitó la prohibición de uso y venta hasta tanto no se investiguen sus efectos en la salud y el ambiente. Las empresas encendieron luces amarillas y comenzaron con comunicados, alarmadas por la posible baja de rentabilidad. Cinco días después, el lunes 20, el Ministerio de Defensa prohibió la siembra de soja en sus campos, haciéndose eco del efecto nocivo del agrotóxico. Fue un hecho político inédito, una cartera nacional alertó sobre los males de los agroquímicos. En ese momento, empresas, cámaras del sector, medios de comunicación y operadores políticos declararon el alerta máxima. Nunca antes las multinacionales del agro y sus voceros habían reaccionado tan violentamente. Durante toda la semana montaron una campaña en defensa de los agrotóxicos y, al mismo tiempo, de desprestigio hacia las voces críticas. El temor de los sostenedores de los agronegocios es la prohibición de su agrotóxico más famoso, uno de los químicos emblema del modelo agropecuario actual.
Glifosato, toxicidad y reacciones


¿Esperaba una reacción como la que se dio?


No. Fue una reacción violenta, desmedida y sucia. Sobre todo porque no descubrí nada nuevo, sólo confirmé algo a lo que otros habían llegado por otros caminos. Por eso no entiendo por qué tanto revuelo de las empresas. Hay que recordar que el origen del trabajo se remonta a contactos con comunidades víctimas del uso de agroquímicos. Ellas son la prueba más irrefutable de lo que yo investigué con un sistema y modelo experimental con el trabajo de hace 30 años, y con el cual confirmé que el glifosato es devastador en embriones anfibios; aun en dosis muy por debajo de las usadas en agricultura, ocasiona diversas y numerosas deformaciones.


¿Los resultados son extrapolables a la salud humana?


Los modelos animales de vertebrados que hoy se usan en la investigación embriológica tienen una mecánica del desarrollo embrionario temprano y una regulación genética común. Los resultados deben ser considerados extrapolables cuando un impacto externo los altera. El mundo científico lo sabe, y funcionarios de los ministerios también. Por eso, cuando encontré esas evidencias surgieron dos cuestiones a resolver, cómo seguir la investigación para saber cuál es la mecanística de un efecto que altera la forma normal del embrión, lo cual está en marcha. Y la otra decisión era cómo darla a conocer.


¿Por qué la difusión se transforma en un problema?


Porque no hay canales institucionales confiables que puedan receptar investigaciones de este tipo, con poderosos intereses en contra. Entonces la decisión personal fue hacerla pública, ya que no existe razón de Estado ni intereses económicos de las corporaciones que justifiquen el silencio cuando se trata de la salud pública. Hay que dejarlo claro, cuando se tiene un dato que sólo le interesa a un círculo pequeño, se lo pueden guardar hasta tener ajustado hasta el más mínimo detalle y lo canaliza por medios para ese pequeño círculo. Pero cuando uno demuestra hechos que pueden tener impacto en la salud pública, es obligación darle una difusión urgente y masiva.


¿Es una práctica común dar difusión a un avance científico antes de estar publicado en una revista científica?


Es algo totalmente común. En el país hay instituciones que todos los días difunden sus progresos científicos, que hasta poseen agentes de prensa que difunden los avances; nadie los cuestiona y los medios de comunicación los replican sin preguntar. Difunden progresos, sin papers, sin publicaciones y está muy bien. Pero claro, esas difusiones no afectan intereses de grupos poderosos.


Pero existe una tensión en el ámbito científico sobre cuándo dar a conocer un avance.


La tensión es si la divulgación debería esperar a ser “aprobado” (remarco las comillas porque es todo un tema aparte, que lleva años). Ahora, si la investigación tiene implicancias más allá de lo académico, afecta a la sociedad, el dilema moral es si me lo guardo hasta que termine el más mínimo detalle y mi narcisismo esté satisfecho, o prendo el alerta. Yo decidí dar la alerta, e insisto en que no es nada nuevo, hay antecedentes claros como Robert Belle y Gilles-Eric Seralini, que han hecho estudios con otros modelos, publicados, y con resultados más importantes que los míos. Lo que tendrían que hacer las instituciones, en vez de atacarme, como está sucediendo desde algunos funcionarios y las empresas, es informarse y comenzar a trabajar para remediar lo sucedido.


Las empresas, y los medios, de los agronegocios sostienen que no hay estudios serios.


Hay investigaciones en diversas partes del mundo y son muy serias, como las que acabo de mencionar. Las empresas y sus periodistas empleados descalifican una investigación, pero al mismo tiempo no escuchan la catarata de cuadros médicos palpables en las zonas sojeras; las provincias están plagadas de víctimas de agrotóxicos, pero ahí los diarios no quieren llegar, y mucho menos las empresas responsables. No entiendo por qué mi relato tiene más importancia que el de las Madres de Ituzaingó (barrio de las afueras de Córdoba, emblema de la contaminación con agroquímicos). Los médicos de las provincias están desde hace años denunciando, los campesinos y las barriadas urbanas también. Y queda todo silenciado. Es una evidencia de la realidad y es incontrastable. Yo me inspiré en esa realidad y los resultados son los conocidos. Las empresas del agro, los medios de comunicación, el mundo científico y la dirigencia política son básicamente hipócritas respecto de las consecuencias de los agrotóxicos, protestan y descalifican una simple investigación pero no son capaces de observar las innumerables evidencias médicas y reclamos en Santiago del Estero, Chaco, Entre Ríos, Córdoba y Santa Fe.


¿Qué otros trabajos existen?


Belle y Seralini en Francia. También hay trabajos de la Universidad Nacional del Litoral y de investigadores como Alejandro Oliva, de Rosario, que contó con la colaboración del INTA y Federación Agraria. Hay relevamientos de los doctores Rodolfo Páramo (Santa Fe) y Darío Gianfelici (Entre Ríos). No son muchos estudios, pero existen, son serios y están disponibles.


¿Por qué el sector científico no estudia?


Porque no en todo el mundo hay tan enorme cantidad de hectáreas con soja como se da en la Argentina. Hay casi 18 millones de hectáreas. Desde el punto de vista ecotoxicológico, lo que sucede en Argentina es casi un experimento masivo.


Las corporaciones y la ciencia


Se intentó deslegitimar su investigación diciendo que la UBA y el Conicet no sabían de su trabajo.


La UBA y el Conicet son organismos de gestión, no tienen por qué conocer todo lo que hago yo o lo que hacen todos sus investigadores. Está dentro de nuestras facultades definir las líneas de trabajo, investigar y dar a conocer resultados. Es la lógica de la investigación. Por eso yo no tengo que pedir autorización para iniciar una idea o un tema nuevo y ellos no tienen por qué conocerlo, porque la ciencia no funciona con organismos fiscalizadores de los temas que elegimos. Forma parte de la libertad académica, nos movemos por hipótesis, preguntas y desarrollamos investigaciones. También se dijo que el Conicet, como institución, no suscribió a mi investigación. Y es verdad, porque no se lo pedí y no tiene por qué suscribir en el marco de una idea nueva dentro de la amplitud de un proyecto. Es lo que sucede en centenares de investigaciones que se realizan. Que quede claro, el Conicet no tiene responsabilidad sobre mis decisiones. Es una decisión personal, como corresponde, no institucional. Y está dentro de mis facultades. Tampoco se requiere autorización institucional para desarrollar investigaciones, aunque sabemos que algunas son más resistidas que otras.


Son públicos los convenios entre Conicet y la minera Barrick Gold, y también con Monsanto, con la cual hasta contaban con un premio de investigación conjunto (“Animarse a Emprender”). ¿Las investigaciones que pudieran ser críticas con esos sectores son menos bienvenidas que otras?


(Sonríe.) Prefiero no responder.


¿Usted podría investigar para Monsanto?


Desde ya. El Conicet y la UBA lo permiten. Es más, muchos científicos trabajan desde hace años para empresas de biotecnología bajo la figura de asesor-consultor, por la cual el Conicet permite hasta doce horas semanales que sus investigadores provean servicios al sector público o privado.


Se acusa a su investigación de no estar validada en una publicación científica.


Es una chicana barata, de cuarta, que sólo muestra el temor de las empresas. En el mundo científico es sabido que la validación de un trabajo no se da por su publicación en una revista del sector. Es más, los científicos somos testigos de errores e incluso fraudes que se publican en revistas especializadas. Muchas veces se publica algo y luego se demuestra que es erróneo. Y, por otro lado, muchas veces hay investigaciones que no se publican no porque sean malas, sino porque a la revista no le interesa, sea por línea editorial o intereses en juego. Un ejemplo personal: en 1984 descubrimos genes muy importantes para el desarrollo embrionario, genes Hox. Publiqué dos papers en Cell, una de las mejores revistas del mundo, y había quienes creían y quienes no. Tuvieron que pasar años para que la comunidad científica lo validara.


El Laboratorio de Embriología es dependiente del Conicet. ¿Su trabajo tiene que ser validado por el Conicet?


Que por favor quede claro, ni el Conicet ni un comité editorial validan investigaciones, lo que hacen es evaluar la evidencia que uno presenta y juzgan la solidez desde la presentación. No tienen forma de verificar los resultados en forma práctica. La única certeza de una validación se da en que otros investigadores puedan repetir de forma sistemática, y hasta perfeccionada, los resultados de la investigación realizada.
¿Cuándo va a compartir su trabajo para ponerlo a discusión de la comunidad científica?
En breve. Debo terminar algunos ensayos y estará listo. Lo que más quiero es pasárselo a colegas, investigadores que repliquen el trabajo. De hecho ya lo he compartido con pares del país y del exterior. Desde ya que debieran ser estudios independientes, no los provistos por las corporaciones o espacios del Estado a su servicio.


¿Monsanto podría replicarlos?


Si contrata investigadores idóneos, sí. No tengo dudas de que lo hará y todos sabemos a qué resultados llegarán.


¿Cómo continuará la investigación?


Ya confirmamos las malformaciones. Ahora estamos avanzando en conocer cuál es el mecanismo de acción, es un paso más. Como es un trabajo científico, continuaré con el grado de libertad académica de que dispongo, tratando de ver cuáles son las causas mecanísticas y moleculares de las observaciones hechas para publicar los resultados. Aparte del anfibio, que nos sirve de modelo, extenderemos los experimentos a otros modelos de desarrollo embriológico, como aves.


¿Puede suceder que, con estas nuevas pruebas, los resultados difundidos –de malformaciones– no se repitan?


No hay forma. Porque fueron experimentos controlados, en los que fuimos rigurosos. Y, además, porque ya hay evidencia científica que va en ese sentido. Por eso, insisto, no descubrimos nada nuevo. Yo llegué a un resultado y creo en él. Si la comunidad científica llega a otra conclusión, bienvenido sea. El centro del problema no debiera ser esta investigación. Sería querer tapar el sol con la mano. Yo sólo aporté un punto más a la discusión. Pero hay sectores que quieren cerrarla, ni siquiera por convencimiento ideológico, sólo por conveniencia económica.


Se acusa a su trabajo de usar un método erróneo con el glifosato, y que por eso los resultados son devastadores: que las concentraciones de la experimentación nunca son las que eventualmente podría recibir un humano al ser aplicado en el campo. Hubo quien mencionó que “si ponemos gasoil en el vaso de leche, claro que ocasionará intoxicaciones, y no por eso se prohibirá el combustible”.


Ese tipo de afirmación tienen varias facetas. Por un lado, muestra desconocimiento biológico, lo cual es entendible para quien no se dedica a esta rama de la ciencia. Pero, en boca de los voceros de las corporaciones, también muestra una intencionalidad lejana a la inocencia, con intenciones de desprestigiar una estrategia de análisis mundialmente aceptada. Entonces sí me parece una comparación poco seria, maliciosa e hipócrita. Es sabido, tanto en la comunidad científica como en el sector agropecuario, que la aspersión del herbicida afecta ecosistemas, operando directa o indirectamente sobre insectos y otras especies animales cuando se ponen en contacto con el herbicida. O sea que además de células vegetales, también afectan organismos compuestos por células animales. Nuestros experimentos alertan que tanto el cóctel comercial como la droga pura en células animales generan alteraciones del desarrollo embrionario. Por lo tanto el glifosato dentro de la célula embrionaria altera el funcionamiento celular, tal como sucede en las células vegetales de las malezas. Por otra parte, ya está probado que los herbicidas se trasladan por la acción del viento. Es una prueba de la realidad, incontrastable, el padecimiento de familias de campos linderos y de barrios cercanos a las fumigaciones. Por lo tanto, el glifosato puede atravesar barreras respiratorias y/o placentarias y entrar a las células embrionarias, incluso existen avances científicos en esa dirección, como también existen registros de glifosato y de sus posibles metabolitos presentes en mujeres embarazadas. Esto podría correlacionarse con potenciales efectos malformativos. Por lo tanto, desentrañar si el glifosato puro inyectado tiene efectos sobre el comportamiento de células embrionarias animales durante el desarrollo era ineludible en una estrategia experimental correcta, e insisto que utilicé una estrategia de análisis clásica de la investigación científica.


¿Cree que hay que prohibir el glifosato?


En mi trabajo yo no planteo eso. Y no es de mi competencia proponer una medida de ese tipo. Lo único que afirmo, respaldado en 30 años de estudio en la regulación genética embrionaria, es que este producto genera alteraciones en el desarrollo, estoy seguro de eso.


Sus resultados no se corresponden con la clasificación del Senasa o las recomendaciones de la Secretaría de Agricultura.


Es un claro problema de ellos, que lo clasifican como de baja toxicidad. Todo lo contrario de lo que afirman estudios diversos, que confirman la alteración de mecanismos celulares y, sobre todo, contrario a lo que padecen familias de una decena de provincias. Es de locos pensar que no pasa nada.

Imágenes:
http://www.gmwatch.eu/index.php?option=com_content&view=article&id=12496:reports-images-for-download
Interview in English and Spanish, and links to Carrasco’s published research paper:

Boliviana negra : cuando la cocaína tropieza con el glifosato

La guerra contra las drogas se convierte en una guerra sobre los organismos modificados genéticamente.


Por Meg White, Buzzflash, 31 de agosto 2009

Hoja de coca, la Boliviana Negra, la supercoca, la millonaria

En el encuentro entre la cocaína y Roundup en las zonas rurales de América del Sur. Monsanto y el Gobierno de los Estados Unidos están luchando por mantener las apariencias. Pero esto es cada vez más difícil, dado que los peligros no previstos de la modificación genética se hacen cada vez más evidentes.

Las plantas de coca se podrían haber haber cruzado con los cultivos preparados para el uso de Roundup y habrían producido un cultivo resistente al glifosato, conocido como boliviana negra.
 
Ya en abril ( de 2009) el embriólogo argentino Andrés Carrasco, ofreció una entrevista en un diario de Buenos Aires, en la que describe sus hallazgos recientes sobre el glifosato, un herbicida químico ampliamente utilizado en la agricultura y en la lucha de Estados Unidos contra la droga, pudiendo causar defectos en los fetos aún en dosis muy pequeñas, a las que estarían expuestos los pequeños campesinos y agricultores de su país.

Después de esta entrevista, un periódico argentino informaba de que Carrasco había sido asaltado por cuatro hombres, que él describió como violentos, relacionados con los intereses agrícolas:

Dos de los hombres dijeron que estaban relacionados con la Industria Agroquímica, pero se negaron a dar sus nombres. Los otros dos dijeron ser un abogado y un notario. Al parecer, preguntaron al Dr. Carrasco sobre los detalles de sus experimentos. Dejaron una tarjeta de con el nombre de Basílico, Andrada & Santurio, abogados que actuaban en nombre de Alejandro Felipe Nöel. 

Todavía no está claro quiénes eran estas personas. Pero existe un interés en mantener oculta esta información y en desacreditar a Carrasco por parte de Monsanto, la compañía agrícola que patentó por primera vez un producto denominado glifosato ( comercializado como Roundup) y que también creó los cultivos modificados genéticamente específicamente preparados para resistir al herbicida.

El investigador argentino Andrés Carrasco

 GRAIN, una organización internacional sin fines lucrativos que apoya a los agricultores a pequeña escala y la biodiversidad en la agricultura, informó que las amenazas contra Carrasco eran conocidas. GRAIN también había ofrecido los informes sobre la soja modificada genéticamente en Argentina ( que según este grupo, se ha multiplicado por cinco su cultivo en este país, pasando a ocupar ya la mitad de los cultivos agrícolas de Argentina), así como sobre el uso del glifosato ( que ha aumentado en 14 veces su aplicación, contrariamente a lo prometido por Monsanto, que dijo que este tipo de cultivos reducirían notablemente el uso de pesticidas). Los llamados “Roundup Ready” se han cruzado con otras plantas, creando las supermalezas, que requieren del uso de otros herbicidas tóxicos, tales como la atrazina. 

Los peligros del glifosato son objeto de acalorados debates. En los Estados Unidos, la Agencia de Protección Ambiental se ocupa de regular la cantidad permitida en el agua potable, pero los datos de los que dispone sobre los peligros de este producto químico tienen ya casi dos décadas de antigüedad, y muchos de estos estudios fueron patrocinados por Monsanto. Los trabajadores agrícolas rurales de América del Sur están protestando por las fumigaciones que se llevan a cabo desde hace más de una década, apuntado a éstas como las causa del aumento de las tasas de cáncer y defectos de nacimiento. 

El Transnational Institute (TNI), ha llamado la atención sobre la inconsistencia y los errores de bulto de los estudios que señalan los peligros por el uso del glifosato. Pero esto no supone ninguna sorpresa, ya que es de sobre conocido que Monsanto está involucrada en varios casos de fraude científico en relación con esta sustancia química: los laboratorios pagaban por falsificar los resultados deseados por la empresa. Monsanto también ha sido acusado en múltiples jurisdicciones por la difusión de falsedades sobre su producto Roundup.

Sin embargo, el glifosato sigue siendo el herbicida más utilizado en todo el mundo. Y no solamente es utilizado para acabar con las llamadas malas hierbas. También es utilizado por el ejército de Estados Unidos para fumigar desde aviones los cultivos de drogas, como parte de su estrategia mundial de lucha contra los estupefacientes. (Aunque véase esta información: Imperialismo, drogas y genocidio). El ejemplo más conocido es el llamado Plan Colombia, que comenzó con la Administración Clinton y todavía persiste actualmente.

Pero debido a que el glifosato es un herbicida que no está dirigido especialmente contra los cultivos de drogas ( esto se deduce fácilmente, ya que se usa contra indistintamente contra la coca, el opio o las malas hierbas en Estados Unidos), causando la muerte de otros cultivos también.

Es decir, que siendo un herbicida inicialmente previsto para ser usado únicamente en el cultivos “Roundup Ready” de Monsanto, ahora se emplea en grandes cantidades para rociar otros cultivos, incluso con usos militares.

Pero parece que esta operación podría haber sido contraproducente, al menos desde la perspectiva de los Gobiernos que llevan a cabo esta estrategia. El esfuerzo ha llevado a los productores de coca a la tala de bosques para continuar con este cultivo. Pero la naturaleza se rebela contra esta política. Las plantas de coca, quizás en su encuentro con el herbicida Roundup, se han hecho resistentes al glifosato, produciéndose la llamada Boliviana negra. Según un estudio del TNI, el rociado de este producto químico en los cultivos de coca en América del Sur puede resultar contraproducente:

“Es cierto que Estados Unidos está detrás de estas fumigaciones, apoyado por los intereses económicos de empresas como Monsanto y Dyncorp, que participan en este lucrativo negocio . Pero también es cierto que se están produciendo consecuencias desastrosas mediante esta política de lucha contra la droga, en la que la fumigación es un elemento más, ante un problema que sobrepasa todas las ideologías y las naciones sufren sus consecuencias de primera mano, debiéndose encontrar una solución en lugar de aumentar la tensión… “

 

Colombia no fumigaría si no fuera por la presión de Estados Unidos. Utilizaría otras formas de erradicación u ofrecería programas alternativos de desarrollo para proporcionar ingresos a la población.

El grupo sugiere que los países sudamericanos se están uniendo para rechazar la política de fumigaciones de los Estados Unidos por sus efectos sobre la salud humana y el medio ambiente, como ya se hizo en Afganistán.

En el año 2004, Joshua David recogió la Boliviana negra para determinar su procedencia y publicarlo en la revista Wired. Llegó a la conclusión de que esta planta es resistente al glifosato, y que es muy probable que su aparición en Colombia, parece ser que como resultado de una modificación genética lograda por los traficantes de cocaína.

Pero quizás lo más interesante del artículo sea la respuesta taciturna de las partes implicadas. Las autoridades estadounidenses no quieren ni oír hablar de la situación, porque este descubrimiento podría suponer un coste para los países que reciben una gran cantidad de ayudas por parte de Estados Unidos en la lucha contra el narcotráfico. El Gobierno de Estados Unidos no quiere que los cultivadores de coca sepan de la nueva cepa, ya que todavía se pueden erradicar las viejas cepas mediante el uso del glifosato. Y los productores de droga que tienen la nueva cepa, quieren mantener su status quo hasta el final, porque el Gobierno de Estados Unidos les está desbrozando el terrero actualmente de forma gratuita.

El análisis del coste-geneficio tiene un ganador, Monsanto. Cuanto más se extienden los cultivos de Roundup Ready, mayor cantidad de agricultores necesitarán deshacerse de las malas hierbas, como señala el estudio de GRAIN en Argentina. Los principales enemigos de Monsanto no son los cárteles de la droga ni las entidades gubernamentales. Son los científicos.

Cuando se analizan conjuntamente todos los estudios mencionados anteriormente, que muestran que las fumigaciones con glifosato son dañinas para la salud humana y el medio ambiente, y que no obstaculiza la producción de coca y genera nuevas malas hierbas, la respuesta a casi todos los problemas sería la desaparición de Monsanto.

Así, que como no hay pruebas que nos aseguren que los que amenazaron a Andrés Carrasco pertenezcan a la misma empresa que falsifica los resultados de laboratorio sobre los daños causados por el glifosato o sigan difundiendo mentiras sobre el mismo, no hay duda para mí de que pertenecen al mismo club.


Artículo relacionado:
http://noticiasdeabajo.wordpress.com/2010/05/28/los-cultivos-tolerantes-al-glifosato-traen-enfermedades-y-muerte-1/





Estudios científicos que han sido silenciados por la industria Biotecnológica


Por Rady Ananda, 10 de marzo de 2011

Dos libros, Semillas de destrucción y Corruptos hasta la médula, junto con la película El ciclo idiota, establecen el marcos y ofrecen las pruebas de un esfuerzo concertado primero para producir la enfermedad y luego tratar de ofrecer el remedio, de modo que en el proceso se obtengan ganancias obscenas. Cuando tenemos en cuenta otras medidas recientemente adoptadas por las empresas transnacionales y por los Gobiernos, se muestran maniobras de tonos siniestros.

Los autores William Engdahl y Shiv Chopra aparecen en la película de Emmanuelle Schick García, El ciclo idiota: lo que nos se nos dice sobre el cáncer. Ambos escritores presentan pruebas de cómo las Corporaciones en connivencias con los Gobiernos adulteran los alimentos y los suministros de agua con sustancias peligrosas que causan enfermedades. Es el caso del fluoruro, del que un libro revisado por pares ofrece más pruebas. En el libro de David Gumpert, La revolución de la leche cruda, se echa un vistazo al guerra que el Gobierno de los Estados Unidos ha emprendido contra la industria de los productos lácteos naturales

Seis empresas, Dow Chemical, BASF, Bayer, Dupont, Astrazeneca (Syngenta) y Monsanto, aparecen en El ciclo del idiota, que actuando de conformidad con los Gobiernos liberan sustancias químicas cancerígenas para luego las mismas empresas del Complejo Químico vengan a continuación con sus remedios. Es un ciclo que sólo un idiota puede tolerar. La película aún va más lejos, mostrando cómo los alimentos modificados genéticamente tienen efectos potencialmente desastrosos sobre la salud y el medio ambiente.

Para la realización de la película. García y su equipo estuvieron investigando durante más de tres años, y este trabajo previo se nota. La película está llena de hechos inquietantes. ¿ Saben las personas que los productos químicos de síntesis producen más cáncer que otros o que sólo del 10 al 5% de los cánceres son heredados genéticamente? La película afirma que en el año 2002 las 10 principales compañías de medicamentos ganaron más dinero que las restantes 490 empresas de Estados Unidos en su conjunto. Estas empresas ingresaron 1600 millones de dólares al mes en tratamientos contra el cáncer, por lo que ya entendemos por qué se denominan Big Pharma.

Cosas tan importantes como éstas hacen que la película sea una visita obligada. La película adquiere una nueva dimensión cuando se empiezan a establecer conexiones entre los alimentos modificados genéticamente. Es con este enfoque adicional cuando aparecen los rasgos más siniestros de toda esta Industria.

En las entrevistas que aparecen en El ciclo del idiota están las de los conocidos Arpad Pustazi, Gilles-Eric Serralini y Shiv Chopra, dos de los cuales perdieron su empleo y sufrieron campañas de desprestigio en su reputación profesional. En la cuestión de los transgénicos ser crítico con ellos y transmitir el mensaje de que son peligrosos para la salud humana y para el medio ambiente, puede costar a cualquiera su carrera.

Silenciando las investigaciones de los científicos independientes

1.- Arpad Pusztai


Arpad Pusztai es quizás el científico más famoso que aparece en la película. Su primera denuncia sobre los riesgos de los cultivos transgénicos viene ya del año 1998, lo que le trajo perder su puesto en el Rowett Research Institute de Escocia. Después de estudiar durante 35 años en el campo de la Biotecnología, Pustazi aparecía como unos de los más importantes expertos en este campo tan especializado. En 1995, recibió 1,5 millones de dólares por parte del Gobierno del reino Unido para que realizase un estudio sobre la metodología de ensayo en la evaluación de los cultivos modificados genéticamente.

Fue el primer estudio mundial independiente sobre la inocuidad de los alimentos modificados genéticamente, de acuerdo con Engdahl. Entrevistó a Pusztai en el año 2007 para su libro Semillas de destrucción: la agenda oculta de la manipulación genética. Engdahl señala que Pusztai “estaba completamente seguro de que el estudio confirmaría la seguridad de los alimentos modificados genéticamente”. Su equipo empleó patatas modificadas genéticamente por Monsanto para producir un insecticida. Engdahl dice:

“ Las ratas alimentadas durante más de 110 días con una dieta a base de patatas modificadas genéticamente produjeron cambios en su desarrollo. Tenían un tamaño y peso significativamente menor que las ratas del grupo de control alimentadas con patatas no modificadas. Pero lo más alarmante, sin embargo, fue que las ratas alimentadas con las patatas transgénicas mostraban un hígado y un corazón notablemente más pequeños, y un sistema inmunológico más débil. Y también el hallazgo en las pruebas de laboratorio realizados por Pusztai de que el cerebro también era más pequeño en comparación con las ratas alimentadas con patatas no OGM”.

http://www.mindfully.org/GE/Pusztai-PowerPoint-Denver-abt01.htm

Cuando informó del hallazgo en la televisión nacional, excluyendo la información relativa al menor tamaño del cerebro para no inducir al pánico, añadió que no volvería a comer alimentos modificados genéticamente. Durante dos días el Instituto lo apoyó y aplaudió, diciendo incluso en un comunicado de prensa que estos resultados están basados en una “serie de estudios cuidadosamente controlados”.

Pero luego vino la tormenta. El presidente Bill Clinton se puso en contacto con el Primer Ministro Británico Tony Blair, que llamó al jefe de Pusztai en el Instituto. A los dos día fue despedido, junto a su esposa, otra investigadora respetada en Rowett. Comenzó así una campaña en los medios de comunicación para desacreditar tanto a su persona como su investigación, como reveló el periodista británico Andrew Rowell. Se les impidió defenderse bajo la amenaza de que perderían sus pensiones.

En El ciclo del idiota, Pusztai califica de criminales a los que han extendido los cultivos transgénicos en el mundo sin completar los estudios de seguridad, especialmente cuando los estudios preliminares muestran posibles graves daños para la salud.

2.-Eric-Gilles Seralini

El siguiente científico famoso en aparecer en el debate sobre los transgénicos es Eric-Gilles Seralini, cuyo innovador estudio ya tratamos aquí (http://noticiasdeabajo.wordpress.com/2011/01/30/gilles-e-seralini-la-ciencia-independiente-triunfo-sobre-la-industria-de-los-transgenicos/) (http://iniciativaciudadanaii.blogspot.com/2010/06/ataques-g-e-seralini-por-su-estudio-de.html) Seralini también ha sido vilipendiado por la comunidad Biotecnológica. En El ciclo del idiota, se describe la batalla que tuvo que llevar a cabo para dar a conocer los resultados de los análisis de sangre de las ratas que habían sido alimentadas con maíz transgénico de Monsanto durante tres meses. Una vez que la información se hizo pública, los científicos independientes podían revisar la seguridad que dice Monsanto tienen.

Normalmente, dos años de pruebas es el “patrón oro” en la comunidad científica. Seralini calificó de absurdo que sólo en tres meses de pruebas se permitiese la aprobación del maíz transgénico en una docena de países. Cualquier científico estaría de acuerdo en esto. Al revisar los datos en bruto que obtuvo Monsanto, él y su equipo encontraron problemas: daños en el hígado y cambios fisiológicos que indicaban condiciones pre-diabéticas ente las ranas alimentadas con el maíz transgénico de Monsanto. Y sólo consumieron este maíz durante un período de tres meses.

La tasa de diabetes en los Estados Unidos casi se ha duplicado desde que los alimentos modificados genéticamente fueron comercializados en secreto en en año 1996. Hoy 26 millones de personas lo tienen y otros 79 millones presentan condiciones pre-diabéticas, según las recientes estimaciones del mes de enero de 2011. Estas cifras incluyen las personas a las que se les ha diagnosticado la enfermedad, pero es mucho mayor el número de personas que siendo diabéticas todavía están sin diagnóstico. Si miramos sólo los diagnosticados de diabetes en las últimas tres décadas (que es menor que el número real de los que padecen diabetes) vemos que se ha triplicado desde 1980.

Muchos creen que la expansión del maíz y la remolacha transgénica, utilizado como edulcorante en los alimentos procesados [tales como el jarabe de maíz con alto contenido en fructosa. N. Del T.: presente en muchos “refrescos”, como la Coca-Cola, Pepsi y Sprite (http://iniciativaciudadanaii.blogspot.com/2010/10/jarabe-de-maiz-mas-fructosa-de-lo-que.html), aunque eso no quiere decir que necesariamente proceda de cultivos transgénicos] son los responsables en buena medida de este aumento en la diabetes. Actos, de Takeda Pharmaceutical y Avandia, de GlaxoSmithKline, para el tratamiento de la diabetes tipo II, parece ser que aumentan el riesgo de insuficiencia cardíaca.

3.-Shiv Chopra

Shiv Chopra denunció a los Servicio de Salud de Canadá en su libro Corruptos hasta la médula: memoria de las denuncias sobre salud en Canadá, en el que explica los objetivos de las Empresas Químicas y sus protectores gubernamentales. A partir de los años 50-60, se dice en la película, los productos químicos empezaron a jugar un papel muy importante en la agricultura. “Por un lado contaminan los alimentos de las personas y les hacen daño. Luego se inventan otros productos químicos para tratarlos de las dolencias producidas por aquellos”.

Chopra fue despedido finalmente de los Servicios de Salud de Canadá, junto con otros dos, por “insubordinación”, ya que se negaron a autorizar el uso prolongado de antibióticos y hormonas transgénicas en animales destinados a la alimentación, teniendo en cuenta que no había una seguridad en su utilización. En concreto, se negó rotundamente a autorizar rBST, una hormona de crecimiento bovino modificada genéticamente, creada por Monsanto y Eli Lilly para estimular la producción de leche en las vacas lecheras. Los estudios demuestran que un alto porcentaje de las vacas desarrollaban cojera y mastitis tras el suministro de la hormona transgénica.

En Corruptos hasta la médula, nos enteramos que en uno de los procesos que sufren los alimentos puede producirse una infección por los residuos de los mataderos, la EEB, a través de la leche y la carne de los animales. La EEB es conocida popularmente como la enfermedad de las vacas locas, que produce en los humanos la enfermedad mortal de Creutzfeldt-Jakob (ECJ). Chopra ha hecho una contribución significativa a la salud humana cuando habla de los cinco pilares de la Seguridad Alimentaria:

“La fuente de enfermedades transmitidas por los alimentos durante los últimos 50 años viene de la aplicación indiscriminada de las siguientes cinco sustancias que se utilizan en la producción de alimentos: las hormonas, antibióticos, residuos de matadero, organismos modificados genéticamente y los pesticidas”.

En el libro y en El ciclo del idiota se dice que se está violando la Ley de Alimentación y Medicamentos de los Estados Unidos y Canadá en el uso de estas sustancias. Debido a que las tres primeras están prohibidas en la UE, Estados Unidos y Canadá no pueden enviar carne a la UE. Este problema,no obstante, se sigue debatiendo en el seno de la Organización Mundial del Comercio.

4.- Andrés Carrasco

[Más información en: http://www.almediam.org/NOTICIAS_ALMEDIAM_2009/Noticias_6346.htm]

Aunque no aparece en la película, otro científico mundialmente reconocido en el campo de la Biotecnología es Andrés Carrasco. Él y su equipo trabajaron en Argentina y Paraguay, encontrado que Roundup de Monsanto produce defectos de nacimiento en las ranas y pollos. (http://noticiasdeabajo.wordpress.com/2011/02/26/el-glifosato-produce-defectos-congenitos/)

Los hallazgos en el laboratorio son compatibles con las malformaciones observadas en los seres humanos expuestos al glifosato durante el embarazo”, dijo a GMWatch.

En el año 2009 fue amenazado en su laboratorio, y en el año 2010 fue agredido por la policía local y por los matones de un rico cultivador de arroz transgénico.

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Fuente del artículo:

http://foodfreedom.wordpress.com/2011/03/10/perfect-storm-gmos-chemicals-and-cancer/